“La única manera de hacer un amigo es serlo.”
Emerson (1803-1882) Poeta y pensador estadounidense.
En 1977 se publicó el ahora famoso texto, Marxismo y religión, en Venezuela, por la editorial Monte Ávila. Pero antes de publicarse ese texto tan recorrido, ya Otto Maduro, su autor, tenía fama. Tenía fama de ser brillante, de ser un intelectual excepcional, de estar como un sociólogo hecho radar, justo en el momento histórico, precisando cómo estaba el pensamiento y conocimiento religioso, la filosofía de la religión, afectando la realidad de la época, la coyuntura actual. La vasta sabiduría filosófica, el entendimiento del marxismo y el estudio de cómo esto afectaba o era afectado por el discurso y la práctica de lo religioso lo hacían un muy buscado pensador. Crearía sensación entre intelectuales de varios círculos y lugares, y en Venezuela, creó fama y reverencia entre colegas y amistades, sobre todo en los círculos universitarios.
Por ser una época de represión, explosión de nuevos movimientos sociales, procesos de cambio, y en general, mucha actividad y creatividad en cuanto a ideas liberacionistas, tanto el marxismo como la religión en América Latina tenían mucho que aportar, y demasiada importancia y relevancia. Así fue que por medio de su tesis doctoral de la Universidad Católica de Lovaina, Otto Maduro pasó a ser un reconocido intelectual y académico de la filosofía de la religión, y sociología de la religión en América Latina. Con este primer texto, Otto Maduro marcó un paso importante. Con un libro, cuyo título, en una sola letra (en español) y palabra, dejaba entender a un mundo que negaba una u otra dimensión o de lo político o de lo religioso. Esa “Y”, del título de ese primer texto publicado, significaba que la relación entre la teoría política y la práctica religiosa era de hacerse. Esto, no nuevo para filósofos y religiosos en la historia del cristianismo, por ejemplo, pareció muy nuevo en un momento histórico en que se negaba, se separaba, se rechazaba a quien no escogía un lado u otro. En momentos de lo que desde el norte se ha llamado la Guerra Fría, durante la cual se hacía persecución, como bien está probado en la historia, de quien pareciera identificarse con el enemigo ideológico de una conservadora y tradicional cúpula política y religiosa, no era cualquier filosofía política la que Otto Maduro relacionaba con la religión, se trataba precisamente del marxismo.
Otto Maduro entró en el dialogo con un muy expansivo estudio de la perspectiva marxiana de la religión. En esa época se vivía, para cuando se publica el texto, en América Latina, no solo la religión en general, se trataba de un cristianismo en especial que entraba en un momento de nueva reforma o más bien un momento de revolución teológica. Hablar de marxismo y religión en ese momento histórico significó que la investigación académica de Otto estaba al día con la época. La religión siguió siendo tema y lugar de estudio para Otto por mucho tiempo, en relación a teorías sociales y sobre todo en relación al conflicto social, su inquietud intelectual se centró en cómo podría ser la religión tanto causa de opresión como causa de liberación en los conflictos sociales. Como ese conflicto se iba definiendo en su trabajo intelectual, dependió de cómo el mundo, el contexto vivido, de Otto Maduro fue cambiando.
Pero, se nos fue Otto Maduro, en mayo del 2013 dejó esta dimensión de vida y nos dejó llenos de amor hacia el mejor amigo que muchos tuvimos el placer de tener. Dirán que es muy informal decirle así, después de todo fue un gran intelectual latinoamericano, orgullo de Venezuela, de los primeros en publicar sobre el marxismo y el cristianismo en un estudio sociológico de la religión. Fue espectacular escritor, editor, profesor, autor, mentor, pensador, como también fue un maravilloso conversador, y una magnifica persona. Se esmeraba en ser amigo, pero no sólo en lo personal, también implementó el arte de ser amigo como algo central a su método de investigación. En sus estudios vimos el conflicto como algo central, pero en su llama intelectual, la razón por la cual el conflicto social era tan importante, era porque a pesar de diferencias, Otto Maduro entendía la posibilidad de un acercamiento hacia toda aquella persona hecha “otra”.
Por medio de la amistad, de apertura, de estudio y entendimiento, de diálogo entre polos opuestos, se podría llegar al “y” esa unión por medio del cuestionamiento de sistemas y coyunturas que crean “el otro”, aquel rechazado por el conflicto social en sí. Esto último fue algo que conocí de su trabajo en la Universidad de Drew, y que como su alumna aprendí. Otto respetaba a “los otros” y siempre se esmeró en ser amigo, como filosofía relacional, como teología encarnada, como pedagogía práctica, como método de investigación sociológica. Por eso este escrito se titularía en un más completo título: Otto Maduro: sociólogo, filósofo, religioso, especialista y maestro de cómo ser amigo.
A Otto Maduro, primero lo conocí cuando yo tenía siete años y él estudiaba su doctorado en Europa. Eso fue en la sala de mi casa, con un grupo de la universidad que se había reunido en la casa de quien Otto contaba había sido su primer amigo protestante, mi padre, teólogo y pastor presbiteriano, profesor de filosofía. Ellos se habían conocido antes en una reunión, en el Congreso Cultural de Cabimas, Venezuela, en donde una congregación ecuménica se dio. Por esas cosas que uno llama del destino unos años después mi padre entró a dar clases en la plaza de filosofía en el núcleo Táchira de la Universidad de Los Andes (ULA), la universidad que Otto dejó por irse a doctorar en Europa. De esa primera vez que lo conocí, mi memoria de niña es que mucha gente lo admiraba, lo sentían gran pensador y que para esos admiradores, Otto era una persona no sólo intelectualmente brillante, sino “sentipensante”, como dice Eduardo Galeano.
Ya de adulta, cuando volví a ver a Otto fue en la universidad de Vanderbilt, en Nashville, Tennessee, en E.E.U.U., donde mi padre se había acabado de doctorar y donde la facultad de divinidades reunía una serie de teólogos y filósofos de la liberación latinoamericanos para un foro, entre ellos Enrique Dussel, Jean Pierre-Bastian, Joel Gajardo, y Otto Maduro. Para mi dicha, fui yo entre las personas asignadas por los organizadores del evento para dar la bienvenida y sacar a divertir a ese grupo esotérico de grandes pensadores. Y Otto salió a bailar salsa con un grupo de estudiantes venezolanos. Desde aquella reunión, nuestra amistad creció y recibí postales de Otto, y saludos en cada uno de mis cumpleaños hasta su fallecimiento en el 2013. Me siento privilegiada al decir que estuve entre un grande grupo de amigos que él supo cultivar, y que recibimos cariño, cartas, postales, llamadas y saludos por tanto tiempo. Fue Otto quien me convenció a estudiar el doctorado en Drew, la universidad metodista, protestante, donde él daba clases desde 1992, y fue Otto quien me echó la bendición, para mi enfoque en ética cristiana dentro de la escuela de religión y sociedad de Drew. Otto fue mi apoyo moral como amigo, pero también mi gran inspiración, además de susto, como profesor, tan exigente. Así que afirmo, que no solo fui alumna de Otto, fui discípula suya, fui su amiga.
Ya para el 1992 cuando comenzó como profesor en la Universidad de Drew, el amigo Otto había publicado su también famoso texto, Religión y Conflicto Social, en 1980 por el Centro de Estudios Ecuménicos/Centro de Reflexión Teológica en México, D.F. Las siguientes ediciones de este texto fueron publicadas en Venezuela por el Ateneo de Caracas y en Brazil por Vozes, los cuales salieron en 1981 y en inglés se publicó por Orbis en NY, en 1982. Así, al cumplirse la década desde que se leía y se discutía este texto entre publicados y estudiados teólogos y teoristas de la liberación, se conocía bien el nombre y trabajo de Otto Maduro en escuelas de sociología, filosofía y teología, en círculos de grupos de acción social, a múltiples niveles se estudió el trabajo de Otto Maduro. Sus colegas de ciencias sociales, sociólogos, y de las humanidades, filósofos o religiosos en la academia en EEUU comenzaron a tomarle mucho afecto, y cuando se enfermó por primera vez, fueron ellos quienes expresaron su apoyo a nivel nacional, por este Otto Maduro, ahora ubicado en universidades en el norte de las Américas. Otto, aun radicado fuera de Venezuela, viajó y participó en conferencias, clases, paneles, cursos intensivos, e intercambios de muchos tipos en toda América Latina, en muchos lugares del mundo y además de haber anteriormente dado clases en universidades venezolanas, fue profesor de mucha gente, alumnas y alumnos de varios niveles y lugares, y empleado en la Universidad de Notre Dame, la escuela de teología de Maryknoll y la Universidad de Drew, y hubiese seguido, hacia el Seminario Teológico de Princeton, si no le hubiese llegado la muerte antes.
Otto había hecho estudios y publicado en ramas de la filosofía y la sociología, pero en 1989 hizo marca en el ámbito profético editando dos ejemplares de textos teológicos en inglés, junto con su colega Mark Ellis, reconocido teólogo judío de la liberación, tanto The Future of Liberation Theology: Essays in Honor of Gustavo Gutierrez, en 1989 como Judaism, Christianity, and Liberation en 1991, fueron publicados por la casa editorial Orbis, y leídos en seminarios y departamentos religiosos en muchos lugares.
Al enfermarse por última vez, Otto comenzó a recibir llamadas diarias, de todos los rincones del mundo, mensajes, abrazos cibernéticos, y tantas formas que los amigos íntimos demuestran su amor. Aquella canción de los años setenta que decía “yo quiero tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”, pareciera haber sido el lema de Otto. Sus amigos no venían de una sola categoría, había desde la más sencilla y humilde trabajadora hasta los más reconocidos, entre ellos grandes intelectuales y artistas, tanto venezolanos como a nivel continental latinoamericano, también expandían territorios globales, lo interesante de Otto es que sus amistades eran grandes en todo, desde quienes se dedicaban a sus labores más sencillas hasta las más reconocidas, todas importantes para Otto. Como mi primer mentor a nivel doctoral me preparó para ser profesora, donde me enseñó la importancia de cada estudiante, y de la claridad que debe existir entre profesor y alumno. Otto me dio recomendaciones, me abrió el paso, y me dejó grandes huellas profesionales, que dudo pueda llenar. Otto y su familia me recibieron en múltiples ocasiones y pasaron por mi casa para celebrar largas cenas, tantas copas de vino o simplemente un cafecito con su esposa Nancy, su hijo Mateo, y el perrito Leo, que murió a los meses de Otto. Y fue recientemente, en ocasión de la celebración de la vida de Otto en la Academia Americana de Religión (AAR) del noviembre de 2013, cuando acompañé a Nancy, su esposa. Amigo, no solo para mí, sino de para tantos de nosotros. Amigos, hermanos, “panas” de Otto, todo un grupo que se sintió instruido, acompañado, querido, y apreciado, pero sobre todo visto y comprendido por Otto. Desde sus colegas, hasta sus alumnos, desde quienes le vendieron helados, hasta quienes le sirvieron en algún bar de jazz, desde las personas que él estudió hasta las que seguimos estudiándolo, todos nos sentimos parte de su círculo, y no sabíamos cuán grande círculo éramos.
El trabajo de Otto recorrió el mundo, fue traducido en múltiples idiomas, fue y sigue siendo estudiado en seminarios teológicos, escuelas de sociología y de filosofía. Otto Maduro, simplemente fue grande. Pudo hacer trayectoria intelectual entre ramas de estudio que en general se separan en la academia. Publicó tanto como humanista así como científico social, publicó desde la base del conflicto social y desde la revelación teológica de lo profético. Hizo estudios con y de los más rechazados, como pensadores y hacedores de realidades. En su último libro, Mapas Para La Fiesta, un trabajo que aunque es epistemológico, yo lo llamo escatológico, Otto, en esos mapas, nos relató su entendimiento sobre la razón, el intelecto, la sabiduría, la opresión, la liberación, y la expresión, todo en base a lo que es el conocimiento. En su mejor intento de escribir un librito útil lo que hizo fue empaparnos de la capacidad de llenarnos más de preguntas, y cubrirnos más de la forma filosófica-sociológica de Otto ver el mundo. En la descripción de este librito, Otto se presenta no sólo como sociólogo y filósofo venezolano, sino como autor de múltiples libros y artículos, eso muchos lo sabemos. Lo que muchos por fuera del ambiente estadounidense no sabrán es la cantidad de cosas que hizo Otto mientras dio clases en Drew, una universidad metodista, donde las clases no sólo eran para estudiantes doctorales en el departamento de religión y sociedad. Otto también le dio clases a futuros líderes eclesiásticos, pastores de variados grupos protestantes en formación en la escuela teológica de Drew.
Desde aquella época cuando primero conoció Otto a un protestante, mi padre, hasta sus últimos días, Otto creció en aprecio por la diversidad ecuménica dentro del cristianismo. Otto en su labor académica como profesor de cristianismo global en Drew, y en E.E.U.U. fue líder del “Hispanic Summer Program”, una organización nacional que ofrece cursos de maestría en teología o divinidades en español durante los veranos. En esta organización participan profesores y estudiantes Latinos de seminarios del país y es prácticamente la única manera para estudiantes Latinos poder tomar cursos teológicos dictados por profesores Latinos, o en español o exclusivamente sobre temas Latinos o Latinoamericanos. Otto fue mentor del “Hispanic Theological Initiative”, una organización que otorga becas y apoyo a estudiantes Latinos en programas de Ph.D. en cualquiera de las ramas teológicas. Y fue presidente de la más grande organización de estudiantes y profesores de teología y religión en el país, la Academia Americana de Religión (AAR). Además, fue organizador, junto con Ada María Isasi-Díaz, en la formación del “Hispanic Institute of Theology”, la comunión local de alumnos y potenciales alumnos hispanos de la escuela de teología de la Universidad de Drew.
Sobresalió en proyectos colaborativos con América Latina, con mucho apoyo a Brasil, los Maryknoll, y otros espacios donde Otto participó. Fue editor de varias revistas académicas y de apoyo no sólo a alumnos suyos, sino también a estudiantes en múltiples países, quienes dicen que desde que conocieron a Otto, él se convirtió en importante amigo, consejero, mentor. Ahí también esa metodología del amigo, la relación profesor estudiante, era absolutamente relacional, de amistad. Para con los alumnos de maestría, recuerdo que como su asistente, trabajamos el sílabo y prontuario para su clase, de manera absolutamente meticulosa, previendo muchas incongruencias o posibles confusiones, trabajamos meses organizando de manera exacta. Pero el primer día de clases, se abrió emocionalmente ante una clase de desconocidos y les contó por qué era profesor, qué lo hizo trabajar la religión; les contó de su más profundo dolor al perder a sus hijitas durante su programa doctoral; les contó de manera muy sensible y apasionada sobre su vida y su dedicación profesoral. Se hizo amigo, antes de cualquier otra cosa, exigió apertura.
La apertura de ser amigo, también se veía en su apertura intelectual. Pensaba desde una perspectiva “otra”. Su primer libro Marxismo y religión, fue realmente sobre Engels, quien había sido protestante. Su labor dentro de la academia en EE.UU. ayudó mucho al estudiante hispano en EE.UU. Pero me interesa mucho su investigación en la ciudad de Newark, donde Drew había llevado desde 1993 a estudiantes graduados a hacer investigación sobre la resistencia religiosa en centros urbanos, un proyecto que tuvo su base en estudios etnográficos financiados con fondos privados adquiridos por la escuela de teología de Drew, para hacer trabajo antropológico, sociológico de la religión. Ahí fue donde Otto empezó a comprender la enorme discrepancia entre inmigrantes pobres y trabajadores de América Latina y el espacio, literalmente espacio físico como también el importante espacio pastoral protestante que llenaban los hispano/latino/as en Newark. El proyecto se le llamo “The Newark Project”, informalmente, pero fue inicialmente una forma de hacer trabajo de campo, haciendo observaciones y estudios en la ciudad más cercana a la universidad, y construyendo un cuadro urbano de múltiples dimensiones religiosas de la ciudad. De ahí, para sus alumnos, quienes lo siguieron en ese proyecto, salieron varias tesis doctorales, libros, y salió también el ultimo interés académico de Otto, el central puesto social que juegan las iglesias pentecostales en la comunidad hispana/latina en EE.UU. Su método descriptivo sociológico además de su curiosidad y manera tan abierta de ver a las comunidades religiosas en Newark llevó a Otto a conclusiones sobre cómo están creciendo y cambiando las comunidades cristianas de hispanos en EE.UU.
Me interrogaba en 1999, al principio de esta pesquisa ¿Por qué tanta gente latina abandona la iglesia de sus ancestros (sobre todo la católica) y se convierte al pentecostalismo? Tal pregunta se convirtió desde el 2000 en ¿Por qué no se convierten más latin@s católic@s al pentecostalismo?
Después de todo, como quizá lo sugieran las reflexiones siguientes, la panoplia de recursos que las congregaciones pentecostales latinas producen para salvar la vida de inmigrantes en dificultades – recursos raramente accesibles en otros lugares de los E.U.A. a inmigrantes de habla hispana – quizá ayude a entender cuánto sentido tiene hacerse y permanecer como pentecostal. (Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, año 13, n. 27, p. 13-35, jan./jun. 2007)
El estudio de Otto en las comunidades pentecostales de Newark recibió prestigioso apoyo de fundaciones y organizaciones que financian estudios especiales, para organizar un perfil de los pentecostales hispanos en Newark. Pasó largo tiempo junto a varios estudiantes doctorales asistiendo como observador participante a variadas comunidades pentecostales, y organizó ensayos y presentaciones sobre su trabajo de campo. Todo esto en un ambiente donde otros profesores investigaban el vudú, las religiones afro-caribeñas, el sincretismo religioso en las comunidades católicas, la resistencia religiosa desde espacios “otros” a los espacios anteriormente ocupados por instituciones prestigiosas y comunidades privilegiadas. Como tantas otras comunidades urbanas en EE.UU., Newark ha vivido transiciones de poblaciones que han dejado grandes espacios de pobreza, racismo, hambre y violencia de todo tipo. En ese contexto Otto comenzó a ver a las poblaciones de los más recientes inmigrantes, no solo como un patrón migratorio, sino como un espacio de salvación para la comunidad, por aquel fenómeno que se está dando a nivel mundial, el crecimiento de las comunidades pentecostales entre los más pobres.
Lo que Otto vio, y midió incluye los cambios sociales religiosos entre comunidades latinas, pero también el cambio en el papel que juega la mujer como en el caso de las mujeres pastoras pentecostales. El espacio que provee la iglesia para con esas comunidades de desplazados, y rechazados es no sólo de hacer que la gente se sienta en casa, sino absolutamente recibidos e importantes. Al igual que en otros tiempos donde poblaciones de ex esclavos se sentían gente únicamente en su espacio religioso, muchos de los despreciados inmigrantes latinoamericanos también viven esa experiencia.
Entre las descripciones que Otto utilizó para informar sobre el panorama que vive la comunidad pobre de inmigrantes trabajadores de América Latina, vio el valor de una iglesia donde quien manda es el espíritu de Dios. Qué mejor amistad que la directa con Dios, y no por medio de la institucionalidad, el liderato apropiadamente autorizado, la sociedad predominante, o cualquier otro impedimento para ser visto como persona, aun frente a Dios. En especial la relación entre las comunidades más marginalizadas de inmigrantes latinoamericanos y el espacio santo que ofrece la iglesia fue marcada en los estudios de Otto, por la manera en que las mujeres son tratadas en estas comunidades pentecostales en EE.UU.
Las mujeres inmigrantes de países latinoamericanos (más aún aquéllas en dificultades económicas, familiares, laborales, educacionales o legales), hallan en las iglesias pentecostales latinas uno de los escasísimos sitios donde es posible encontrar respeto, atención y apoyo continuos. Ello hace posible para muchas el compensar y superar muchas de las dificultades inherentes a la condición de mujer, de inmigrante, de indocumentada, de desempleada, de madre soltera, de persona de piel oscura, de alguien que no habla el idioma, y/o que tiene poca o ninguna escolaridad previa – junto con desarrollar su capacidad de comunicación y liderazgo, su autoestima y sus habilidades para sobrevivir creativamente en el nuevo territorio. (Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, año 13, n. 27, p. 13-35, jan./jun. 2007)
Es interesante que en sus estudios, y hasta en las notas al pie de página, vemos que las amistades de Otto, así como sus alumnos que trabajaban sus doctorados en aquel entonces, le dieron aún más entendimiento, ya que en encuestas informales se dio cuenta que aquellos estudiantes, ahora protestantes de otras ramas habían en muchos casos pasado por iglesias pentecostales en su niñez y que sus familias se habían convertido en sus momentos iniciales como familias nuevo inmigrantes. ¿Y qué de sus lazos con el catolicismo? Según los estudios de Otto, los hispanos en EE.UU., sobre todo quienes llegan en situaciones precarias, tienen a dónde llegar en las comunidades pentecostales.
Mucho más que otras tradiciones cristianas, la pentecostal estimula la aceptación del que una persona creyente cualquiera pueda ser llamada por el Espíritu de Dios, en cualquier momento de su vida, a cualquier ministerio (predicación, educación, misión, fundación de iglesia, etc.) – independientemente de los rasgos morales, educacionales, económicos, étnicos o culturales de la persona, de su edad, estado civil, género, o antecedentes criminales. Ello hace posible el insólito hecho de que, con inusitada frecuencia, el liderazgo de tales iglesias esté formado por gente latina proveniente de grupos social, económica y/o profesionalmente subalternos, semejante, pues, en mucho, a la mayoría de la población latina circundante y al resto de quienes conforman la congregación. La manera de vestir y hablar, las reglas de trato interpersonal, los gustos, el nivel de escolarización e ingresos, los empleos fuera de la iglesia, la vivienda, el vehículo (si hay uno), las preocupaciones y los problemas de la dirigencia, todo ello con frecuencia sitúa al liderazgo – objetiva y subjetivamente – como gente cercana, semejante al inmigrante común y corriente, muy diferente de l@s pastor@s escolarizad@s y ordenad@s de las denominaciones oficiales o de los típicos líderes de otras agencias de la sociedad – suscitando una identificación que alimenta la conciencia de que “si alguien como yo pudo, yo también puedo.” (Horizontes Antropológicos, Porto Alegre, año 13, n. 27, p. 13-35, jan./jun. 2007)
En su última presentación, cuando salía de la presidencia ante la asamblea anual de la Academia Americana de Religión (AAR), 2011, Otto Maduro exigió mayor respeto hacia las comunidades pobres, los inmigrantes, los marginados latinoamericanos, ahora latinos en EE.UU. Tuvo con esa apasionada revelación de su estrecha amistad con quienes él estudiaba, una recepción de sus colegas que le aplaudieron en ovación, respeto y amistad, ¡nadie lo olvidará! He llorado escribiendo sobre Otto…cómo nos hace falta. Sus besos, sus llamados en voz de bajo y a todo volumen “mi amor” por los pasillos de Drew, fueron ampliamente compartidos, con facultad, estudiantes y trabajadores de la universidad. Una semana antes de morir, la escuela teológica le brindó un homenaje, para el cual Otto les pidió adelantarse esa semana, ya que él pensaba, sentía, que no duraría otra semana después. Quienes estuvimos ahí, su familia que viajó de varias partes del mundo, sus alumnos, amigos, colegas, todos quienes pudieron llegar, encontramos a un Otto lúcido, presente, y lleno de amor y amistad. La recurrente celebración fue la amistad, los besos libremente regalados a todas y todos, y la presencia tan poderosa de su espíritu en ese lugar. Otto Maduro, quien entre amigos, que seguimos siendo muchos, se auto-confesaba ser neurótico, más bien fue un hermoso ser, para quien tod@s éramos importantes. Sus estudios sobre el poder de una comunidad que se entiende dirigida por el Espíritu Santo, quedan como evidencia de su sensibilidad y espíritu de amor.
El maestro de cómo ser amigo, se nos fue, pero sigue dando lecciones de apertura donde lo recordemos. Para mí, como mujer protestante, de la rama reformada, me es más que especial, que Otto, quien salió de una familia no religiosa y de trasfondo judío, fue católico, y ecuménico, fue amigo de los protestantes, y entendió la libertad del Espíritu de Dios para con sus preferidos, los más sufridos de este mundo. La amistad de Otto me enseñó mucho, y espero sólo poder corresponder con el mismo método de amor al prójimo. Otto Maduro, oficialmente Profesor de Cristianismo Global, fue profesor de lo que debe ser el Cristianismo, la religión, la filosofía y la sociología, todos deben ser abiertos, amigos de los más rechazados y entendedores de multiplicidad. Por algo Otto podía conversar, leer, escribir, dictar clases y en general comunicarse en varios lenguajes, en varias ramas académicas y en varias teologías, por algo podemos decir que la amistad significa ser amiga, ser amigo, no sólo adquirir amistad, sino adquirir las destrezas para entender las diferencias entre personas, para ver posibilidades y esperar más allá de la preparación para la fiesta.
Algunas Obras de Otto Maduro:
1977 Marxismo y religión. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores.
1977 “New Marxist Approaches to the Relative Autonomy of Religion.” Sociological Analysis 38/4:359-367.
1980 Religión y Conflicto Social. Mexico, D.E.: Centro de Estudios Ecuménicos/Centro de Reflexión Teológica (Venezuelan edition by Ateneo de Caracas; Brazilian translation by Vozes: Petrópolis, 1981; English translation by Orbis: Maryknoll, NY, 1982).
1981 La cuestión religiosa en el Engles premarxista. Caracas, Venezuela: Monte Avila Editores.
1982 Religion and Social Conflicts. Maryknoll, NY: Orbis Books.
1989 The Future of Liberation Theology: Essays in Honor of Gustavo Gutierrez. Maryknoll, NY: Orbis Books.
1991 Judaism, Christianity and Liberation: An Agenda for Dialogue. Maryknoll, NY: Orbis Books.
1992 Mapas para la fiesta: reflexiones latinoamericanas sobre la crisis y el conocimiento. Cap. federal, Rep. Argentina: Centro Nueva Tierra para la Promoción Social y Pastoral.
1996 “Notes toward a Sociology of Latina/o Religious Empowerment.” In Hispanic/Latino Theology: Challenge and Promise, ed. Ada Maria Isasi Diaz and Fernando F. Segovia, 151-166. Minneapolis, MN: Augsburg Fortress Publishers.
2002 “Implications politico-theoriques d’une définition de ‘la religion’ solidus: On the Theoretical Politics of Defining ‘Religion’.” Social Compass 49/4:601-605.
2004 “‘Religion’ under Imperial Duress: Postcolonial Reflections and Proposals.” Review of Religious Research 45/3:221-234.
2007 “Notas sobre pentecostalismo y poder entre inmigrantes latinoamericanos en la ciudad de Newark (New Jersey, E.U.A.).” Horizontes Antropológicos 13/27:13-35.
2009 “Religion y exclusión/marginación: Pentecostalismo globalizado entre los hispanos en Newark, Nueva Jersey.” Cultura y Religión: Sociedades en transición. 3/1:35-51. http://www. revistaculturayreligion.cl/index.php/culturayreligion/article/view/168
2012 “Teaching Bourdieu on and in the Study of Religion(s).” Bulletin for the Study of Religion. 41/1:32.
2014 American Academy of Religion 2012 Presidential Address: “Migrants’ Religions Under Imperial Duress: Reflections on Epistemology, Ethics and Politics in the Study of the Religious ‘Stranger’.” Journal of the American Academy of Religion. 82/1.