In this book readers will discover personal and collective embodiment. Weaving personal narrative and vision casting for “ethical futures,” Roberto Che Espinoza (formerly Dr. Robyn Henderson-Espinoza) leads readers on a journey into connection and healing.
Building ethical futures is about relationships. Relationship with one’s body. Relationship with the ground. Relationship with one another. We are interdependent, and true flourishing comes without the exploitation of anyone else, including the Earth and all that is in her. But how do we go about this healing work in healthy relationships when we are disconnected? Disconnected from our own bodies; disconnected from the ground; disconnected from one another.
Unlike Espinoza, who “inhabits a nonbinary body, a trans body, a body in two races,” the body I inhabit is cisgender and white. Similar to Espinoza, I have experienced abuse. The abuse contributed to my disembodiment. It also led to internalizing the (mis)belief that I could not exercise autonomy. My misbelief met a dangerous theology when I was taught, “You are not your own,” pulled out of context from 1 Corinthians. Abuse survivors do not need the message that we are not our own. We need to be empowered to establish boundaries in safe relationships, like the relationships Espinoza advocates for through his work.
We are told that Jesus said, “You’ll recognize them by their fruit” Matthew 7:20 (CSB). So, what is the “fruit” produced by disembodiment? Espinoza explains how isolation and unhealthy attachments are two of the characteristics we witness in an individual who is disembodied. In my own life, I’ve also experienced a lack of creativity. Stifling curiosity strains our connection to our bodies and our intuition, but also our connection to one another.
Disembodied individuals exist within a disembodied collective. Collective disembodiment is the result of generational and societal lies we’ve inherited, such as lies about scarcity. The fruit of scarcity, both economically and relationally, is anxious, avoidant, and insecure attachments. These unhealthy attachments spiral into additional disconnection. We can continue down the oppressive paths we’ve been on, or we can travel new paths, paths to liberation for ourselves and the world we want to create.
For Espinoza, developing a somatic practice was crucial. Something as “simple” as bare feet in the grass can be a launching pad for productively processing narratives of scarcity that have traumatized us. Espinoza shares about disciplining his body and the differences between that discipline and the development of a somatic practice. Though he was doing Tae Kwon Do, cycling, and triathlons, he found that bodily movement alone did not automatically kindle embodiment.
In my experience, building a relationship with my body has been a game changer, letting her know she can trust me and knowing I can trust her. The fruit of becoming embodied in an individual’s life can be as varied as each individual. Some similar fruits I witnessed in Espinoza’s story that are part of my own are increased curiosity, imagination, play, and pleasure. A beautiful by-product of these fruits in individuals is the presence of these fruits in the relationships we cultivate. I am not only on the path to liberation as an individual. I am also stubbornly bent on feeding relationships that practice connected abundance. Relationships in which we are connected to our own bodies; connected to the ground; connected to one another.
The fruit of communal embodiment is nourishing and aromatic. The fruit is “ethical futures,” which includes participatory democracy, emancipatory politics, and democratic justice. Body Becoming is essential reading for everyone seeking to live an embodied life connected to a healing collective body.
[Spanish Translation]
En este libro, los/as lectores/as descubrirán la incorporeidad personal y colectiva. Tejiendo una narrativa personal y proyectando una visión de “futuros éticos”, Roberto Che Espinoza (anteriormente Dr. Robyn Henderson-Espinoza guía a los/as lectores en un camino hacia la conexión y la sanación.
Construir futuros éticos tiene que ver con establecer relaciones: La relación con nuestro mismo cuerpo, la relación con el suelo, la relación otras personas. Somos interdependientes y el verdadero florecer viene cuando no se explota a nadie más, incluyendo la Tierra y todo lo que hay en ella. ¿Pero cómo hacemos para hacer esta labor de sanación en relaciones saludables cuando estamos desconectados entre sí; desconectados de nuestro propios cuerpos, desconectados de la tierra, desconectados de otras personas?
A diferencia de Espinoza, quien “habita un cuerpo no binario, un cuerpo trans, un cuerpo en dos razas,” el cuerpo que yo habito es cisgénero y blanco. Al igual que Espinoza, yo he experimentado abuso. El abuso contribuyó a mi discorporeidad. También me llevó a interiorizar la (mala)creencia de no poder ejercer autonomía. Mi malcreer se juntó con una teología peligrosa cuando me enseñaron: “No te perteneces a tí mismo”, sacado del contexto de 1a de Corintios. Los/as sobrevivientes de abuso no necesitamos el mensaje de que no nos pertenecemos a nosotros/as mismos/as. Necesitamos que se nos empodere para fijar límites en relaciones seguras, como las relaciones que defiende Espinoza a través de su obra.
Se nos dice que Jesús dijo, “Por sus frutos se les reconocerá” Mateo 7, 20. (CSB). Así que, ¿cuál es el “fruto” producido por la discorporeidad? Espinoza explica cómo el aislamiento y los malsanos apegos son dos de las características que presenciamos en un individuo que está desincorporado. En mi propia vida, también he experimentado una falta de creatividad. El sofocar la curiosidad restringe nuestra conexión con nuestros cuerpos e intuiciones, pero también nuestra conexión de los unos con los otros.
Individuos desincorporados existen dentro de un desincorporamiento colectivo. El desincoporamiento colectivo es el resultado de mentiras generacionales y sociales que hemos heredado, igual que mentiras sobre la escasez. El fruto de la escasez, tanto económica y relacionalmente, son las ansiosas, evitativas e inseguras fijaciones. Estas fijaciones insanas van en declive hacia desconexiones adicionales. Podemos continuar por estas sendas de opresión en las cuales hemos estado andando, o podemos transcurrir por nuevos senderos, senderos hacia la liberación nuestra y del mundo que deseamos crear.
Para Espinoza el desarrollar una práctica somática era esencial. Algo tan “sencillo” como los pies descalzos sobre la hierba puede servir como plataforma de lanzamiento para procesar productivamente narrativas sobre la escasez que nos han traumatizado. Espinoza comparte sobre el disciplinar de su cuerpo y las diferencias entre esa disciplina y el desarrollo de una práctica somática. Aunque él practicaba Tae Kwon Do, ciclismo y triatlón, se dio cuenta de que el movimiento corporal por sí solo no encendía automáticamente la corporeidad.
En mi experiencia, el construir una relación con mi cuerpo ha cambiado las reglas del juego, hacerle saber que puede confiar en mí y que puedo confiar en él. El fruto de devenir en corporeidad en la vida de un individuo puede ser tan variado como cada individuo. Algunos frutos similares en la historia de Espinoza que experimenté que son parte de mi historia son el aumento de curiosidad, la imaginación, la diversión y el placer. Un hermoso subproducto de estos frutos en individuos es la presencia de estos frutos en las relaciones que cultivamos. No estoy solamente en el camino a la liberación como individuo. Estoy también obstinadamente empeñado en alimentar las relaciones que practiquen abundancia conectada. Relaciones en las que estamos conectados con nuestros propios cuerpos, conectados con el suelo, conectados los unos con los otros.
El fruto de la corporeidad comunitaria es nutritiva y aromática. El fruto es “futuros éticos”, el cual incluye democracia participativa, política emancipatoria, y justicia democrática. Body Becoming es lectura esencial para todas las personas que buscan vivir una vida encorporada conectada a un cuerpo colectivo sanador.
[Traducido por Francisco Castillo, Loyola University New Orleans]
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