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Jun 18 2025

DORIS GARCIA RIVERA, “Con Otro Vestido, Con Otra Piel.” (8 de noviembre, 2014)

DORIS GARCIA RIVERA, “Con Otro Vestido, Con Otra Piel.” (8 de noviembre, 2014)

Rvda. Doris J. García Rivera, Ph.D. (Baptist, ABC)
Lexington Theological Seminary, KY

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“Selkie,” [Public Domain – https://ericwedwards.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/04/selkie-11.jpg]

Con Otro Vestido, Con Otra Piel
Predicación de Instalación como la Undécima Presidenta
Rvda. Doris J. García Rivera, Ph.D.
Presidenta
Profesora de Biblia Hebrea y Misiones
Seminario Evangélico de Puerto Rico
8 de noviembre de 2014

Texto base: Éxodo 28:1-4, 41.

Saludos e Introducción

Saludos a la Junta Directiva, empleados, empleadas y Facultad Docente del Seminario Evangélico de Puerto Rico. Saludos a los ministros, ministras, Pastores Generales y Obispos Ejecutivos de las denominaciones presentes. ¡Amigos y amigas, compañeros y compañeras del camino, bienvenidos! Saludos en especial a mi familia que hoy me acompaña en este acto de tanto significado para todos los presentes y para esta institución de 95 años. ¡Nos vemos bien!

Leí una historia en el libro de Clarissa Pinkolas Estés, Mujeres que Corren con Lobos titulada “La vuelta a casa: el regreso a sí misma—Piel de foca, piel del alma.” La historia de las “Selkies” (doncellas focas) se cuenta entre las culturas del norte más norte con mares helados, entre los pueblos inuit, siberianos, escoceses y finlandeses.[1]

La leyenda cuenta que en la tierra de los mares helados un hombre solitario salió a cazar y encontró unas mujeres hermosas, hechas de leche de luna, que desnudas bailaban y reían sobre las rocas. El hombre notó unas pieles en el suelo y sin pensarlo, saltó, tomó una de las pieles y la ocultó en su abrigo. Al rato, una a una, las mujeres se cubrieron con sus pieles de foca y se fueron al mar. Todas se fueron menos una que agitada buscaba la piel por todos lados hasta que el hombre la sorprendió pidiéndole que se quedara con él. El hombre prometió que luego de 7 veranos le devolvería su piel. La mujer sin quererlo accedió. Al tiempo tuvieron un hijo a quién la madre contaba historias del hielo y el mar.

Con el tiempo, la carne de la madre empezó a secarse. Se le formaron escamas y después grietas. La piel de los párpados se le desprendió y sus ojos se apagaron. A pesar de esto, el hombre se negó a devolver lo que había robado acusando a la mujer de ser mala madre, de querer abandonarlo a él y al niño. Una noche, el niño escuchó su nombre en el viento. La voz lo llamó al acantilado donde encontró escondida, una piel de foca. Con una mezcla de pena y alegría, el niño regresó sabiendo que perdería a su mamá. Cuando entregó la piel a su madre, un grito de gozo y liberación brotó de su garganta. La mujer se puso su piel convirtiéndose en foca, cargó a su hijo y se fue al mar.

Los vestidos, similares a “la piel” en el cuento, son metáforas de las identidades, de pertenencia, del ser y del reflejo de ese ser.[2] Hay muchas maneras de vestirse y cuando nos vestimos nos conformamos a una cultura, a unos valores ideológicos e identitarios, sean estos simplemente estar a la moda siguiendo los valores del mercado, expresar la resistencia en contracorriente, o la exclusión y diferenciación frente a un referente establecido.

El mundo social es un mundo de cuerpos vestidos. Nos vestimos de diferentes maneras para diferentes actividades y momentos. En esas actividades actuamos en diferentes roles. Somos maestras, asistentes, médicos, abogadas, administradoras del hogar, hijos, madres, policías, militares, pastores y pastoras asumiendo con nuestros uniformes, vestidos, togas y vestimenta varias identidades. Estas vestimentas nos sujetan a ciertas reglas, estructuras de pensamiento, conductas, tiempos y rituales. A veces, “algunos que quieren ser una otra cosa,” como dicen los zapatistas; se visten de lo que no son para engañar, robar, maltratar y destruir. Hay un dicho que conocemos en Puerto Rico, “La mona, aunque se vista de seda, mona se queda.” Los ropajes pueden engañar y engañarnos, pero hay ropajes interiores que son parte de la piel y que no podemos ocultar porque nos definen al nivel más esencial, más profundo y radical; y emergen, aunque estemos vestidos de esa otra cosa que no somos.

Contenido

Éxodo 28 narra los componentes de la vestimenta sacerdotal y detalles de los materiales y el diseño de esta. El texto refleja tradiciones antiguas del primer templo en el periodo de Salomón, alrededor del siglo 10 AEC, pero combina también aspectos de la tradición del segundo templo luego del exilio cuando ya estaba muy bien establecido el sacerdocio. La vestimenta sacerdotal no solo mostraba la relación de esta persona con la divinidad, sino también la dignidad del rol sacerdotal en virtud de su llamado.

Si usted lleva a cabo una búsqueda bíblica sobre “vestir/ vestido/ vestimenta/ vestidura/ vestíos, etc., encontrará cerca de 326 versículos.” Aparte de los vestidos hechos de cuero, lino, lana o tela de costal; encontramos mención de vestidos de la realeza y de lujo hechos con seda y tejidos con oro. Leemos de la vestimenta militar, de túnicas, capas y mucho más. La biblia también es bien rica en adjudicar otros sentidos para la acción del verbo “vestir” asociado a “estar en cierto estado o existencia.” Encontramos textos en Jeremías, Job e Isaías donde “te vistes” de desolación, de rectitud, de oscuridad, con piel y carne o de gusanos, con “ropas de vergüenza, miedo y aflicción.” En los Salmos, el Señor “te viste” de salvación, y Dios “se viste” de gloria y esplendor. 

El Vestido como metáfora de la identidad, también refleja nuestro momento histórico.

En la pérdida nos vestimos de negro, pero también de llanto, duelo y dolor. Nos vestimos de coraje ante las injusticias de personas, gobiernos y sistemas. Hoy, sin embargo, estamos vestidos hermosos, hermosas, elegantes. Vestimos celebración y nuestros corazones se regocijan porque fuimos invitados a estar presentes en esta fiesta.

Sin embargo, cuando personas, instituciones o el sistema económico-social, político nos visten “a la fuerza,” se nos ejerce violencia. Cuando se nos viste de injusticia, pobreza, rechazo, menos-valía… el vestido se pega como una segunda piel y actuamos acorde a lo que vestimos, sujetándonos a la violencia y ejerciendo violencia porque estamos vestidos de ella. Cuando permitimos que los sistemas de opresión nos vistan, nos pongan precio y determinen nuestra imagen; estos vestidos impuestos designan una falsa identidad que nos esclaviza. Y a veces no estamos siquiera conscientes del cambio de vestimenta. La mujer de la historia perdió su libertad, porque “alguien” robó su “verdadero vestido – su identidad esencial” y fue “vestida a la fuerza” con otra identidad. Perdió la mirada clara; las fuerzas y las ganas de vivir.

Esto de las identidades es complejo y fluido. Un hombre puede ser excelente pastor, pero pésimo padre. Una mujer puede ser pésima hija, pero extraordinaria maestra. Poseemos y construimos más de una identidad, pero unas priman sobre otras. O, mejor dicho, unas están más profundamente pegadas a la piel. Pero la palabra de vida nos recuerda que ser seguidores de Jesús, nos define en esa nuestra identidad más profunda y real.

El texto del éxodo me disparó a la imagen de Jesucristo como “sumo sacerdote.” Cuando Pablo nos exhorta en Rom 13:14, “vestíos del Señor Jesucristo,” y “vestíos del nuevo ser humano… creado a imagen y semejanza de Dios,” la invitación es una donde vestirnos de Jesucristo es encontrar una identidad que da vida y sentido a la vida. Pero para vestirnos del nuevo ser humano y responder al llamado del sacerdocio y del servicio, ungidos y consagradas; debemos desvestirnos…

Pablo habla de desvestirnos de todo lo que no es cónsono con la imagen del Creador.

  • Desvestirnos de pensamientos derrotistas: el no puedo, no tengo, del dolor interno, el sufrimiento, el pecado, la culpa. (Me quito el birrete)
  • Pablo nos invita a despojarnos de esa flojera con la que perdemos los días, los hijos, la pareja, la vida misma, los apegos emocionales enfermizos y las conductas tóxicas. (Me quito la esclavina)
  • Despojarnos del consumismo, del individualismo, de la búsqueda de estatus, de poder y de reconocimientos inútiles para la vida en el hoy y el aquí del Reino (Me quito la toga).

El llamado a vestirnos de sacerdotes – en ese sacerdocio santo – es un llamado a vestirnos de Jesucristo. Es vestirnos de profunda compasión (Col 3:12), desde ese sentimiento íntimo, desde el útero y las entrañas, que es profético y que conmueve las fibras más profundas de nuestro ser. 

En Jesús, Dios se encarnó, se vistió de carne, se vistió de humanidad.

Dios cambió de piel y adquirió una nueva identidad. Estudiosos de la biblia continúan discutiendo si Dios fue o no fue impactado al Jesús hacerse humano. Yo mantengo mi asombro ante el misterio de la encarnación. Porque para mí, Dios en Jesucristo huele a humano; a mujer, a niño, a abuelita. En ese vestirse de humano, Dios quiso acercarse a ti y a mí. Encarnarse es pues vestirse de carne – convertirse en un otro diferente. Es ser pueblo con y hacer historia en conjunto con la humanidad. Vestirse con ropas sacerdotales es servicio, misión, compromiso, acción solidaria, resistencia, y testimonio vivo.

¡Desvístete de lo que no es de Dios y vístete de la gloria de Dios, vístete de libertad!

Quitemos esos vestidos que asfixian el poder del Espíritu Santo, y desvían el querer de Dios de bienestar y bien para la humanidad porque a libertad has sido llamado y llamada. Llamados y llamadas a una libertad integral – emocional, física, social, económica, política y religiosa. Desvístete para que podamos construir identidades cónsonas con el Reino.

El Seminario Evangélico de Puerto Rico, esto es lo que ofrece, una educación teológica sólida, que permite estudiar la palabra santa con seriedad, y explorar sus muchas interpretaciones y dificultades históricas. Somos llamados a pensar y compartir una educación teológica que no solo lucha con el texto, sino que fortalece la fe permitiéndonos identificar estos vestidos que nos deshumanizan. Pienso que el Seminario construye puentes entre el texto y la realidad dura de la vida académica y pastoral, cuando se viste de Jesucristo. El Seminario no solo debe trabajar para construir un mundo más justo, porque la justicia sin amor nos hace hipócritas, duros y cínicos, sino para actuar con integridad, con transparencia y compasión. El pastor, la pastora, la persona y el pueblo que se dejan vestir por el Señor huelen a humanidad.

¡Oiga – si usted está aquí con su pareja, huela a su pareja – huélala! Si usted está solo o sola, huélase. Hmmm, que rico ese olor de bebé, esa camisa de tu pareja, ese perfume de la mujer de tu vida, ese olor a abuelita… pero también ese olor del trabajo digno bien sudado, de especies y cocina simple y atenta… Somos olor fragante cuando estamos vestidos de Jesucristo, de derechos humanos, de respeto a la tierra, de consideración al que es diferente. ¡Cuando nos vestimos de paz, rechazando vestidos que nos impulsan a actuar con falsedades, con miedos, con ventajas injustas, con malicia, con politiquería, olemos a Jesús!

El sacerdote reflejaba la grandeza de Adonai. Vestirnos de humanidad es vestirnos con aquello con lo cual está vestido nuestro Dios – “vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.” (Col 3:14) Pero ese vínculo perfecto necesita de un otro, de una otra. Y es que las vestiduras del sacerdote estaban hechas por los “sabios de corazón.” Estos “artesanos y artesanas” (vs 3) con las herramientas de sabiduría, la experiencia y las mentes reflexivas iban a crear el diseño y las vestiduras del sacerdote. La destreza, creatividad e inteligencia de unos artesanos se juntan para sustentar ese llamado divino.

Hermanos y hermanas, la empresa del reino no es solitaria, se hace en comunidad. No sólo los sistemas de opresión nos visten. También nos visten los talentos y las habilidades de los demás. Se necesita más de uno para “vestir” a un ser humano de gloria y belleza. Se necesita una comunidad para “vestir” un pueblo con madurez, autonomía, autodeterminación y futuro. Se necesitan comunidades de fe. 

Conclusión:

¿Qué vestido tienes puesto hoy? ¿El de un cautivo o cautiva, o el de un seguidor y servidor de Jesucristo?

Se acabó el mundial… y tenemos que esperar 4 años. ¡En Latinoamérica los fanáticos de balompié viven los juegos, se visten, se pintan, se ponen las camisetas de sus equipos! ¡Ellos y ellas, corren, vuelan a comprar las camisetas de sus equipos, se emocionan, participan, invierten! Tienen pasión. Tienen fe y esperan lo mejor de sus equipos. ¡Apasiónate por un espacio de servicio, prepárate para el ministerio!

Seminario Evangélico de Puerto Rico ahora que celebras tus 95 años, les pregunto; ¿qué identidad vamos a desarrollar? ¿Qué vestidos ayudaremos a poner a nuestros estudiantes? ¿Qué significa ponerse la camiseta del Seminario? Yo tengo el compromiso y la voluntad de dar lo mejor de mí a esta empresa educativa. Porque Dios me llamó, me pongo la camiseta para servir a esta comunidad de fe. Porque veo pasión por el evangelio, excelencia educativa y espacios extraordinarios de crecimiento; te invito, ponte la camiseta. ¿No te quieres poner la camiseta del Seminario, porque has escuchado qué ahí se pierde la fe y que somos demasiado liberales? Entonces, ponte la camiseta de tu iglesia.

Si algo quiero dejarte en la memoria en esta tarde es, “Déjate vestir por Jesucristo.”

Tú que sirves o que anhelas servir al Señor, deja que Dios te vista con otro vestido. Ponte de pie y entrega tu todo al Señor… tus talentos, tus dones, tus dudas, esas identidades deshumanizadas. ¡Entrega el ropaje impuesto que te esclaviza en el altar del Señor! ¡Deja que Dios te vista con otra piel!

Este es tu tiempo… ¡Prepararse para servir, vale la pena!

Que el Señor les bendiga.

Written by hti

Notes

[1] Clarissa Pinkola Estés, “La vuelta a casa: el regreso a sí misma—Piel de foca, piel del alma” en Mujeres que corren con los lobos (Barcelona, España: Ediciones B.S.A., 2016), 209-241.

[2] Joanne Entwistle, “The Dressed Body,” in Real Bodies: A Sociological Construction, eds. Mary Evans and Ellie Lee (London: Palgrave, 2002), 133-134.

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ISSN 2472-1263